LA POLÍTICA Y EL AMOR


La campaña electoral para las municipales de mayo va dando a conocer la mayoría de las listas de las formaciones políticas con una parsimonia tal que algunos partidos están trasladando la sensación de que, más que sentirse orgullosos de las mismas, han tenido que cumplimentarlas cual obligado trámite. Vivimos unos tiempos difíciles, convulsos, que también llegan a la ciudad, que aporta, como es tradición, sus peculiaridades.

Los ecos de las urnas siempre parecen llegar más tarde a El Puerto, ahogados bajo el estruendo de las motos, ocultos por los destellos provenientes de Las Banderas. Finalmente son ocho las siglas que concurren. El PP, con un candidato, Alfonso Candón, mejor que un Enrique Moresco habitante del olvido, lucha contra un panorama nacional adverso, mientras que sus socios de gobierno, los andalucistas, se enfrentan a un contexto complejo, creado por sus propios errores. Las huestes de Silvia Gómez han encontrado el oxígeno de Ciudadanos, el PSOE pugna contra ese peculiar y consuetudinario techo local cuya explicación requeriría de varias tesis doctorales e IU compite con el fantasma de Podemos, que en la versión portuense es un Levantemos recién bautizado. Queda citar a Queremos, formación que restará votos a los populares, pero cuyas posibilidades de conseguir edil son inciertas, y a una UPyD a la que los comicios autonómicos han sumido en una crisis nacional que amenaza con eliminar la posibilidad de asomar en la Plaza Peral.


La impresión existente en la calle es que el salón de plenos que surja de las elecciones será más plural que el anterior, añadiendo al menos una sigla, lo que elevaría a seis las elegidas, y con una menor diferencia entre la opción más votada y la segunda. Hay una tesis según la cual nadie obtendrá mayoría absoluta y la papeleta más apoyada será la del PP. La tesis entiende que si los populares no suman trece con Ciudadanos (la teoría descarta que los números la permitan con el PA) dicha mayoría requeriría de un tripartito o incluso de un cuatripartito. Definir ahí el signo de la alcaldía se torna arduo: en política, como en el amor, un escenario con más de dos actores resulta imprevisible.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
26 de Abril de 2015 

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