LA REALIDAD Y EL LATIDO

Hay ocasiones en que la existencia acaba venciéndole a uno y le conmina a escribir columnas que parten de hechos que no sólo no habría deseado, sino que ni siquiera cruzaban los territorios de su imaginación.

El Hotel Duques de Medinaceli cerró sus puertas al público hace unas semanas y todo indica que mañana lo hará el Hotel Monasterio San Miguel. Aunque lo más probable es que ambos centros mejoren sus perspectivas, pues se trata de negocios sobre los que varios operadores ya han mostrado interés, la situación al día de hoy refleja la lógica zozobra de quienes laboran en ellos, pues un puesto de trabajo no es solamente, con ser bastante, un lugar en el que se desarrolla cierta actividad por la que se recibe un salario del que posteriormente se rinden cuentas a Hacienda: también constituye un enclave desde el que las personas apuntalan sueños y ambiciones legítimas y al que entregan parte de sus vidas, pues no otra cosa son el tiempo y sus afanes.

Me unen, además, circunstancias personales a ambos establecimientos, circunstancias que he ido recreando en la memoria, como las diversas celebraciones familiares organizadas en el Monasterio, lugar sobre el que informé de su notable vida cultural en mi etapa de Telepuerto, o la conducción del acto de presentación social del Duques, allá por 2002.

La sorpresa de los turistas alojados estos días en el Monasterio cuando contemplan a su plantilla protestando en la puerta, en una movilización que nada tiene que ver con el sosiego que espera encontrar el viajero, o las lágrimas de una limpiadora mientras abrillanta los cristales de una habitación en la que en breve nadie se alojará, constituyen dos de los iconos locales de esta maldita crisis, que tanto daño provoca a trabajadores y empresarios.

Quiero lanzar un humilde y sincero mensaje de ánimo y afecto al grupo humano de los dos hoteles.

Ojalá que el futuro se torne más justo y alegre para quienes tanto han hecho por la felicidad de los demás y que la Plaza de los Jazmines y la calle Larga recuperen esa parte de su latido sin el que estas dos vías de la ciudad ya no se reconocen.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

15 de Abril de 2012

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