DE FITUR Y SUS MISTERIOS

Las administraciones se han mostrado especialmente austeras con los gastos de Fitur, un certamen que ha venido a erigirse en símbolo del derroche en los tiempos de bonanza, como esos aeropuertos en los que no vuelan aviones y lo mismo hasta te recibe una estatua horrenda cobijada bajo la denominación de arte moderno. Es cierto que muchas expediciones emplearon más dinero del debido, y que viajaba gente cuya ausencia en nada habría dañado la promoción nacional o internacional de sus respectivos municipios, como también resulta verdadero que, desde provincias, toda salida a la capital del Estado, sea para lo que sea, pierde en política, de manera inercial, la presunción de inocencia.


Fitur es algo extraño: cansa, agota, incluso extenúa y a veces hasta aburre, pero quien lo conoce experimenta en la edición ausente la falta de algo, el oxígeno del aire o la moqueta de los pies, como si los días transcurrieran sin gracia y todo el que lo ve caminando errático por su localidad oriunda se pregunte (o, a lo peor, sepa la respuesta) por qué no está en Madrid. Posee Fitur esa condición cíclica que lo hace, de algún modo, imprescindible, adictivo, y, por servir, sirve hasta para explicar el currículum de nuestros políticos. Se acumulan Fitures igual que presupuestos municipales y cada cual es cada cual y su Fitur, esa feria que imprime carácter, como los sacramentos y que, llamada a la universalidad, se comporta con el más acendrado de los narcisismos localistas.


La edición inmediatamente siguiente a cada elección municipal es la que refleja más caras nuevas, mayor número de rostros felices dirigiéndose al cénit bajo la conducción de un taxista escéptico, deambulando, vírgenes, por la atrayente arquitectura efímera, sintiéndose protagonistas de la industria turística.


Tiene uno escrito que Fitur desgasta sobre todo al que no va. Cuando los ciudadanos votan están proclamando, sin saberlo, no solo quién decidirá el destino de sus dineros, las obras más urgentes, los gobiernos mejor conformados, sino quién irá y quién no irá a Fitur. Es la grandeza de la democracia: designar a los elegidos de Ifema.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

22 de Enero de 2012

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